viernes, 12 de abril de 2013

MÉTODO DE ESCRITURA AUTOMÁTICA (escritura automática II)




Una entidad tan extraña que todo se ignora de ella -salvo que puede llegar a ser extremadamente peligrosa- se apoderará de su mano, desencadenando un río tumultuoso de palabras que usted escribirá «al dictado», sumido en la estupefacción.


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La escritura automática es un afilado cuchillo de doble filo y todas las precauciones son pocas. Así como los riesgos derivados de la oui-ja o de la práctica de las psicofonías son despreciables, no ocurre lo mismo con la escritura automática, puesto que nadie se salva de llevar en su mente el germen de la esquizofrenia; y esta práctica, si se realiza de forma desordenada o abusiva, entraña algunos riesgos, salvo para unos pocos supermanes. Es de sentido común. Se requiere un poco de entrenamiento y ser fiel a unas cuantas normas.

Sin embargo, la escritura automática, practicada con la necesaría moderación, es uno de los más formidables tónicos para el espíritu que se conocen: desarrolla la fantasía, la imaginación, la sensibilidad y, sobre todo, la curiosidad por este extraño y fascinante universo en que vivimos. No afirmaremos -ni negaremos- que por medio de ella se conecte con los «espíritus»; pero sí que abre puertas inéditas a la mente y que, en definitiva, puede ser un medio excelente para enriquecer la personalidad.

Papel y lápiz es todo lo que hace falta en el plano material. En el plano mental se requiere traspasar ciertos umbrales de percepción a los que se accede tras aminorar en lo posible la tensión consciente. Hay que «dejarse llevar» por lo que venga.

Como es bien fácil deducir, se trata de un sistema de «comunicación» al alcance de cualquiera, lo que no quiere decir que cualquiera pueda practicar la escritura automática con éxito; pero todo el mundo puede, al menos, intentarlo.

Si se decide a ello, observará cosas muy curiosas. Al cabo de unos segundos o, en el peor de los casos, varios minutos, su mano empezará a moverse de forma inhabitual, como empujada por una fuerza que no fuera la suya. Sobre el papel primero dibujará algunos rasgos inconexos y luego palabras con mayor o menor ilación entre sí. En la mayoría de los casos, ni los caracteres gráficos ni el estilo corresponden a que normalmente escribe el sujeto. La escritura se produce de forma espontánea, o bien respondiendo a las preguntas de algún testigo, quehan de formularse, preferentemente, en voz baja. A veces el sujeto escribe de forma invertida (se puede leer colocando el escrito delante de un espejo), otras veces es el orden de las letras el que se invierte, apareciendo -por ejemplo- la palabra «Súsej» por «Jesús». No tardará en aparecer la presencia escrita de un «personaje» que se atribuirá la paternidad de los párrafos. Si antes de iniciar la sesión se ha hecho una típica invocación espiritista, el «personaje» aparecerá casi indefectiblemente. Otra curiosidad más: cada «personaje» tiene su estilo propio, y en muchos casos, sus propios rasgos caligráficos.

En algunas sesiones mediúmnicas de «profesionales», el ambiente está tan cargado de energía psíquica que la mesa -aparentemente- se mueve por sí sola. Se trata de un fenómeno clásico que la parapsicología etiqueta como «telequinesia». Pues bien, en ciertos casos se ha sujetado un lápiz a una pata de la mesa y ésta se ha puesto a escribir su mensaje sobre una superficie adecuada. Tanto en esta modalidad conocida como psicografía indirecta, como en la anteriormente reseñada, las características de los escritos son las mismas: a cada personaje corresponde un estilo y una caligrafía que le son propios.

 Al contrario de lo que ocurre con las «comunicaciones» recibidas a través de la oui-ja o las psicofonías, con la escritura automática los «espíritus» se explayan a placer, llegando a veces a rellenar cuartillas y más cuartillas a velocidades increíbles. Se cuenta de ciertos médium que son capaces de transmitir miles de palabras en pocos minutos empujados frenéticamente por una extraña actividad... Le advertimos que a usted podría sucederle lo mismo.

       Istrumento de lo desconocido

       Si con cuanto venimos diciendo sobre la escritura automática hemos grado despertarle el interés o la pasión, y se siente en condiciones de intentar la prueba, entiéndanse bien, antes de dar el primer paso, s siguientes instrucciones:

• Olvídese al momento del tema si a menudo sufre depresiones, fobias, está atravesando por un mal momento o no tiene, por las circunstancias que fueran, bien asentadas ambas extremidades inferiores en la realidad. Si es asustadizo o aprensivo, olvídese igualmente. 

• Las personas sensibles suelen ser buenos médiums para la escr­itura automática. Pero las hipersensibles son «demasiado» buenos médiums. Practíquese, en este último caso, junto a alguien que le me­rezca absoluta confianza y sea especialista en el tema. 

• Empiece, si no se encuentra en el caso anterior, practicando solo. Este es un ejercicio para solitarios. Después, si los resultados merecen la pena, podrá permitirse el lujo -si lo desea- de contar con testigos. 

• La mente es capaz de desarrollar poderes extraordinarios. Quie­nes hayan practicado yoga o cualquier otra técnica oriental de autococimiento saben que no debe hacerse mucho caso de estos poderes «sidhis». Si uno se apasiona por ellos y centra en ellos su exclusivo interés se encontrará con graves obstáculos si desea, además, encon­trarse en total armonía con el Universo. Es perfectamente lícito, sin embargo, experimentar estos «sidhis» si a ello le mueve un interés científico y desapasionado.

 • Usted va a ser un instrumento. No sabemos exactamente de que pero un instrumento. No realice estas experiencias como si se trate­ de una cuestión personal. Olvídese de sí mismo en la medida de –lo posible. Alguien o algo le moverá. No ofrezca resistencia, pero tampo­co trate de «empujar» los acontecimientos. Si sucede, sucede, y si nno hay nada que hacer.

 • Dispóngase a realizar la primera sesión y el resto de las sesiones con buena disposición. No olvide nunca que lo semejante atrae a lo semejante. Puede encontrar grandes motivos de satisfacción o de disgusto con la escritura automática. Pero eso depende única y exclusiva­mente de su estado de ánimo.

 • Si lo que va escribiendo no le gusta, déjelo. Y no lo vuelva a  intentar.

 • Si lo que va escribiendo le gusta, acéptelo como lo que es: algo cuya importancia y alcance son exclusivamente subjetivos. No se vana­glorie ni se enamore de lo que sea capaz de hacer. Si el escrito mere­ce la pena, léaselo a los demás. Si no, resérvelo para sí o tírelo al cesto de los papeles.

La percepción sutil 

• Practique sólo de vez en cuando, sobre todo las primeras sesio­nes. Es un ejercicio como cualquier otro, que hay que practicar de forma moderada y progresiva. En cuanto note los primeros síntomas de cansancio físico o mental, déjelo para otra vez. 

• Hay una forma segura de saber si le conviene o no practicar la escritura automática. Si le conviene, se sentirá fortalecido en todos los aspectos, su salud mejorará, su raciocinio se hará más sólido y encon­trará motivos para estar alegre con más frecuencia que antes. Y empe­zará a interesarse por cosas de mayor alcance espiritual que la propia escritura automática. Si no le conviene, mermará su salud en todos los aspectos. Eso se dice. Obedezca a los dictados de la madre Naturaleza. Ella sabe mucho mejor que nosotros lo que nos puede favorecer.

 • A veces los «espíritus» soplarán muy fuerte, otras, débilmente. Sea flexible, Adopte la política del bambú: ceda, pero no se deje arras­trar.

 • Olvídese de sus ideas preconcebidas con respecto a los «espíri­tus» o no «espíritus». Usted no va a demostrar nada, ni las sesiones de escritura automática le van a demostrar nada. Pueden, eso sí, aportar importantes y muy positivas experiencias a su almario, pero nada más.

 • Después de practicar con la escritura automática, su percepción de la realidad aumentará y se hará más sutil. Esto, como todo en la vida,, puede ser bueno, pero también malo sobre todo si el ambiente que le rodea es particularmente agresivo. Cuide su salud física.

 Y ahora, pasemos a las recomendaciones propiamente «técnicas»:

• Silencio, recogimiento, ambiente propicio. Cuanto hemos dicho al respecto sobre la oui-ja cuadra aquí perfectamente. El campo, mejor que la ciudad, la montaña, mejor que la llanura, el mar, mejor que la costa, el desierto, mejor que nada.

 • Descubra por sí mismo cuál es su momento del día de mayor «inspiración». Es muy posible que coincida con la noche, primeras ho­ras de la mañana o últimas de la tarde. Practique (sobra decirlo) en esos momentos.

• Utilice un lápiz de punta blanda o, mejor, un bolígrafo que no tenga la cabeza demasiado fina.

 • Si prefiere disponer de un instrumento que facilite los movimien­tos automáticos de su mano, le recomendamos el uso de la planchet­te. Si le fuera difícil encontrarla en el comercio -que será lo más probable- podrá fabricarla usted mismo. Se trata, básicamente, de una pequeña plancha de madera, del tamaño de la mano que en ella se apoya. En la parte inferior de la plancha se sitúan dos rodamientos y la punta de un lápiz. La única precaución que debe adoptarse, caso de utilizar este aparato, es la de fijar previamente el papel donde vaya a escribirse a una superficie lisa.

 Invoque decididamente

 •   De pie, sentado, echado en la cama o como guste. Pero busque la postura que le sea más cómoda y relajante.

 • Cualquier superficie es buena para escribir. Sin embargo, para favorecer los movimientos automáticos de la mano es aconsejable que esa superficie esté firmemente sujeta. Utilice un bloc de anillas más bien grande y una tablilla de madera o de corcho, a la que irá sujeta con chinchetas la tapa posterior del bloc. Si escribe con la derecha, que es lo más normal, pase las hojas con la otra mano. Pero no «distrai­ga» a la mano que escribe con otros movimientos accesorios.

 • Supongamos que ya se ha sentado junto a una mesa y que tiene su bolígrafo en la mano. No lo oprima demasiado. Quédese lo más in­móvil que le sea posible, pero sin tensiones. Desacelere el ritmo de su respiración a fin de que la mente se vaya poco a poco aquietando, pero sin forzar en ningún momento. No tenga prejuicios e invoque. Invoque decididamente, pero sin tratar de atraer a los «espíritus» por el pescue­zo. Imagínese que está navegando por el centro de un río y que-le empuja la corriente. Déjese llevar.

 • Al cabo de algún tiempo de adoptar esta actitud, es muy posible que alguna «presencia» se haga patente. La sensación subjetiva es que su mano, relajada, empieza a moverse por sí misma. No esté tan absolu­tamente atento al hecho que su propia tensión impida la aparición del mismo.

 •  En las primeras sesiones es muy posible que no le resulte fácil discernir entre movimientos más o menos conscientes y movimientos automáticos. Con la práctica, llegará a distinguirlos con toda claridad. Lo s «espíritus» al principio se muestran tímidos, pero luego van toman­do confianza (no les dé demasiadas. Usted es el «jefe», aunque se muestre pasivo, y si alguna vez siente que no es así, acabe con la se­sión).

 Un escritor normal, piensa; un escritor automático, recibe; la di­ferencia puede parecer sutil, pero es perceptible. La mente del escri­tor normal se ilumina y éste transmite los movimientos a los dedos de la m ano. Por el contrario, la mente del escritor «automático» está en blan­co pero hay una fuerza que parece iluminar directamente la mano, Generalmente a mucha mayor velocidad que la del proceso mental del escritor corriente. Le conviene distinguir con claridad una cosa de la otra y no autoengañarse...

• Quiere decirse: no preste atención consciente a lo que está es­cribiendo de forma automática. Tampoco haga esfuerzo alguno por  ignorarlo. Déjelo fluir. Y no le importe, mientras su mano escribe, la coherencia, vulgaridad, profundidad, el tema, la sintaxis o la ortografía de lo que su mano haga. Déjela que corra a su antojo y no interfiera el proceso.

 • No aliente esperanzas o desesperanzas sobre su trabajo «auto­mático». Debe darle igual si se produce una obra de arte o algo absolu­tamente común, Si no le interesa el resultado de lo que hace, déjelo. Usted se presta voluntariamente a la experiencia siempre. No debe sentirse obligado, ni con usted mismo ni con nadie Se trata de un juego y de sólo un juego. Cuando un juego deja de divertirnos, ¿para qué sirve?

 • De todas formas, si el juego le gusta, es bueno que no se habitúe. Aun en el mejor de los casos es conveniente dejar de practicar el auto­matismo durante largas temporadas. Por supuesto, depende del tempe­ramento de cada cual, pero si bien se mira, nadie es mejor médico que uno mismo. Volvemos a lo de antes: que la Naturaleza sea siempre su consejera.

 Hasta ahora hemos mantenido un contacto «telegráfico» con «ellos» a través de la oui-ja. Incluso les hemos prestado nuestra mano para que nos escribieran, por medio de ella, increíbles «cartas» de su puño y letra. Sólo nos queda la experiencia más apasionante o, si se quiere, espeluznante: oírlos con la ayuda de un magnetofón. De ello nos ocupa­remos próximamente.



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