viernes, 15 de febrero de 2013

GRANDES PROCESOS DE LA INQUISICIÓN III: BRUJAS DE BAMBERG, PROCESO CRUEL



 

Los historiadores coinciden de forma unánime en declarar a Alemania la tierra por excelencia de la brujería y, por tanto, de la actuación inquisitorial. En el periodo histórico en que desarrollamos este análisis de los procesos, el país se hallaba fraccionado por cerca de trescientos territorios autónomos, sujetos a la autoridad del Sacro Imperio Romano-germánico. Pese a la aplicación estricta del Código Carolingio (1532) en que muerte y tortura eran las penas comunes a los delitos de brujería, cada Estado -protestantes unos y católicos otros- aplicaba justicia con criterios independientes, casi siempre en exceso, La «caza de brujas» en Alemania tuvo dos momentos culminantes: después de la Contrareforma (1570) y durante la llamada «guerra de los treinta años» (1618-1648) y justo en aquellos territorios gobernados por autoridades eclesiásticas Tréveris Estrasburgo, Breslau, Würzburg y Bamberg, entre otras ciudades, guardan memoria de célebres procesos distinguidos por lo general en todo el país por un concepto especial de la crueldad con que se desarrollaron, El proceso contra las brujas de Bamberg nos servirá de punto de referencia.


Bamberg parecía vivir un tanto al margen de la corriente brujeril que azotaba a otras poblaciones. Con la llegada del obispo Juan Gottfried en 1609, la situación se encrespó y durante su mandato fueron quemadas unas trescientas personas acusadas de brujería El prelado de Bamberg vivía, al parecer, obsesionado por los buenos resultados derivados de la actuación de su primo Adolfo de Ehrenberg, también obispo, que había ordenado la ejecución de novecientos sospechosos. Juan Georg II, encargado de reaunudar las persecuciones entre 1624 y 1627, ideó una cárcel singular -Drudenhaus-, capaz de albergar entre treinta y cuarenta prisioneros y muestra ejemplar de los sistemas de tortura más sofisticados para arrancar la verdad a los herejes. De esta «casa» se hicieron réplicas en otras localidades, como Zeil, Kronach y Hallstadt. En poco menos de tres años, el comisario inquisidor Ernesto Vasolt llevó a cabo la ejecución de cuatrocientas personas, todas ellas apresadas por el procedimiento de la denuncia. Bamberg era citada como ciudad a imitar, pues el brazo secular no distinguía entre el pueblo bajo y personalidades de la aristocracia; en 1631 se llegó a procesar al tesorero del obispo. La causa seguida contra la esposa de un acaudalado ciudadano, llamada Dorotea Block, en cuyo desarrollo no se permitió la asistencia de abogado, propició una desbandada a sitios más seguros de los atemorizados vecinos de Bamberg Los juicios y las sentencias, de otro lado, se sucedían apenas sin interrupción, de modo que no había tiempo a apelaciones ni recursos. Los métodos empleados en las cárceles, aun siendo comunes en escenarios distintos, tuvieron en Bamberg una referencia lineal de ascendente crueldad. Al uso de las clásicas empulgueras, de los tornos flagelación y el potro, los reos sufrían tormentos especiales con cepos dotados de púas de hierro, con la estrapada, el frotamiento del cuello con una cuerda hasta alcanzar el hueso, los baños de agua helada, la aplicación de ascuas bajo las axilas y en las ingles, el reclinatorio de flechas de madera afiladas, la alimentación a base de arenques en salmuera y privación de agua, baños de agua hirviente con cal añadida y, por último, mutilaciones de manos y pechos, esto con tenazas calentadas al rojo.
La fama de los torturadores de Bamberg corrió pareja a la relación de torturas aplicadas, que en muchos casos dejaban sin vida a los detenidos. El relato de un huido de la Drudenhaus de Bamberg sirvió al confesor del emperador, el padre Lamormaini, para implorar de la máxima autoridad que impidiera tanta injusticia, bajo la amenaza de negarle la absolución y dificultar la ascensión al trono del príncipe heredero. Fernando II ordenó una investigación y a partir de 1631 cesaron prácticamente las ejecuciones en Bamberg, cuyo sanguinario obispo moría un año después. Pese a la intervención del monarca, el prelado aún sentenció en 1630 a veinticuatro acusados de brujería.

 

2 comentarios:

  1. siempre el fanatismo!!!! y abuso de vivales que aprovechan la ignorancia.

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  2. siempre el fanatismo!!!! y abuso de vivales que aprovechan la ignorancia.

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